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Tres kilómetros al fin del mundo
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En Rumanía no existe el matrimonio homosexual. En tiempos de Ceaucescu se castigaba con la cárcel y hasta el año 2000 no se eliminó la legislación en contra de la homosexualidad. Aunque han pasado algunos años, la película está situada en un pequeño pueblo conservador del Delta del Danubio donde los poderes fácticos están más preocupados por mantener una moral reaccionaria que por hacer justicia si esta va en contra de sus principios. Adi, acusado de homosexualidad, será la víctima que aglutinará todos estos poderes en su contra: iglesia, policía y cacique compinchados contra un adolescente que ha venido al pueblo a pasar las vacaciones con su familia. Pero no satisfechos con velar por sus intereses, utilizan a los padres de Adi, que no saben cómo abordar la situación, para conseguir sus aviesos propósitos: "si silenciáis que mis hijos han agredido al vuestro, yo os perdono la deuda que tenéis conmigo", dice el cacique, o, "con una ceremonia religiosa conseguiré que Adi se cure de su enfermedad", dice el cura que realizará un atávico exorcismo sobre el chico, o, un policía que convence a los padres de que la verdad sobre quién agredió al chico acabará saliendo a la luz pero que suda tinta para hacer que todo quede en una simple anécdota. Y esta sociedad tan cerrada, tan satisfecha de sí misma creerá salvar su honra al averiguar que el amigo de Adi era un turista con lo que el mal provenía de lejos. A Parvú parece interesarle más cuestionar cómo actúan estas dinámicas del poder y de qué mecanismos aviesos se valen para sacar un beneficio propio que analizar el mundo emocional de Adi, expresado a través de unas tomas largas, planos fijo, sin exageraciones dramáticas y con unos sobrios diálogos.
Núria Farré. facebook@cinemaperaestudiants.cat
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