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EL MONJE Y EL RIFLE, DE PAWO CHOYNING DORJI
Con "Lulana un yak en la escuela" Choyning nos enseñó que se puede hacer una película hermosa y que consiga captar nuestra atención con un guion y unos personajes sencillos, sin estridencias y rebosante de calidez humana. Nada más lejos de la realidad asociar" El monje y el rifle a religiosidad y violencia". Por el contrario, es una sátira mordaz contra las armas, la violencia y las actuales democracias. El director nació en este país, pero estudió en la universidad de Wisconsin (EUA) lo que le permite conocer los entresijos de las dos culturas.
Tres tramas van alternándose para formar un relato coherente y bien cohesionado: un joven que, a petición de un lama, ha de conseguir un rifle para hacer frente al cambio político desde una monarquía a unas elecciones democráticas; Ron, un norteamericano que ha viajado a Bután para recuperar un rifle de la Guerra Civil norteamericana muy valioso; y la formación a unos ciudadanos que desconocen qué y cómo votar con los consiguientes conflictos y disputas entre vecinos. El cambio de régimen viene acompañado de la llegada de la televisión, móviles, ordenadores e internet que, junto al codiciado rifle son el símbolo de la modernidad. En un pueblo donde reinaba la convivencia y solidaridad se van abriendo camino la codicia, las envidias y rivalidades mezquinas.
El director, inteligentemente, con un tono reposado y sin tomar partido por una u otra opción, parece cuestionarse si el cambio del budismo a un egoísta consumismo merece la pena, pero sin apartar su mirada irónica de unos cándidos ciudadanos reacios a un nuevo régimen. Tal y como ocurría en Lulana, el espectador se siente atrapado por el tono sosegado del relato y por los hermosos paisajes de este pequeño país del Asia meridional que no llega al millón de habitantes.
Núria Farré. facebook@cinemaperaestudiants.cat
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Tatami, de Zar Amir-Ebrahimi y Guy Nattiv
A pesar del grave conflicto en Oriente Medio, Tatami es la primera película dirigida por una iraní y un israelita en la clandestinidad y tomando precauciones para evitar injerencias del gobierno iraní. Manteniendo una gran tensión dramática consigue cohesionar, aunque parezcan incompatibles, el tema deportivo, el feminista y el social. En Tbilisi (Georgia) se celebra el campeonato mundial de Judo. Leila, la participante iraní, ha pasado por un duro entrenamiento y todo su esfuerzo está dirigido a ganar la medalla de oro. Pero el gobierno iraní considera una deshonra que tenga que enfrentarse a la participante israelí y que sea derrotada por ella. Agentes políticos iraníes son enviados a Tbilisi con el propósito de obligarla a abandonar. La entrenadora de Leila se debate en un gran dilema afligida como está por una desasosegante historia que vivió en su pasado y que todavía le persigue. Ante la negativa de Leila de renunciar a aquello por lo que tanto ha luchado los agentes las persiguen, las amedrentan y las amenazan con resarcirse en sus familias. Y son estas amenazas y la tensión que provocan en las dos mujeres, la valentía y persistencia de Leila en su defensa de la libertad con las que me he sentido atrapada a lo largo de los 105 minutos de duración. Al final será el destino el que decida la suerte de estas dos jóvenes que nos hablan del drama de miles de mujeres iraníes. La película está inspirada en un percance en la vida real, cuando hace cuatro años, al judoca iraní Saeid Mollaei se le ordenó perder combates para evitar que llegara a competir contra el campeón israelí en Tokio en 2019. Filmada en un apropiado blanco y negro, destacar el gran trabajo de dirección y de interpretación de Zar Amir-Ebrahimi (Holy Spider) y de Arienne Mandi cuyas escenas en el combate de judo son excepcionales.
Núria Farré. facebook@cinemaperaestudiants.cat
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LA ZONA DE INTERÉS, DE JONATHAN GLAZER
La zona de interés se refiere a los 40 kilómetros cuadrados que rodeaban a los campos de concentración nazis en la Segunda Guerra Mundial.
Basada en una libre adaptación de la novela homónima de Martín Amis es también Hannah Arendt y su teoría de la "banalización del mal, concepto que afirma que personas aparentemente normales son capaces de cometer grandes atrocidades" quien recorre toda la película. Y es precisamente Rudolf Hoss, comandante de Auschwiz, el nazi que proyectó la maquinaría de muerte colectiva que más tarde se extendió a otros campos de concentración quien protagoniza esta banalidad del mal. Su vida transcurre plácidamente con su familia en una casona de dos pisos con jardín, piscina, huerto y servicio. Su día a día transmite amor, felicidad, confianza y es precisamente esta vida idílica lo que resulta escalofriante al constatar que solo un muro con enredadera separa este paraíso de unas chimeneas que escupen el humo de los asesinados, del ruido de algún que otro disparo o grito de dolor. Familia dedicada a la más espeluznante y siniestra normalidad sin pensar en ello, sin que ello les perturbe su cotidianeidad, ajenos a todo lo que ocurre al otro lado del muro. Su indiferencia hacia lo que tienen tan cerca se manifiesta de forma patente cuando Hoss le comunica a su esposa que van a trasladarlo y ella prefiere que marche él solo a tener que abandonar este idílico lugar donde los niños tienen todas las condiciones para ser dichosos. Y es en esta indiferencia hacia la monstruosidad, donde reside lo inquietante de la historia, lo que la hace diferente a otros relatos que han tratado el tema: lo atroz no se ve, pero subyace en la película durante los 106 minutos de su duración. Sin mostrar el sufrimiento de los desesperados prisioneros, sin reclamar la compasión del espectador hacia las víctimas, consigue transmitir sutilmente la deshumanización absoluta ante la crueldad y barbarie. Allí donde tuvo lugar uno de los mayores crímenes de la historia actualmente se muestra asépticamente la memoria del pasado.
«Pies levitando con patético fulgor.
Yo misma,
también yo bailo
liberada de la gravedad
hacia la oscuridad y el vacío.
Espacios comprimidos y proscritos de tiempos pasados,
lejanías recorridas,
soledades perdidas
comienzan a bailar, a bailar.
Yo misma,
también yo bailo.
Con irónica temeridad
nada he olvidado:
conozco el vacío
y conozco la gravedad.
Con irónico fulgor
bailo y bailo».
Hannah Arendt
Núria Farré. facebook@cinemaperaestudiants.cat
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PERFECT DAYS, DE WIM WENDERS
Chantal Akerman, en "Jeanne Dielman" nos muestra la rutina del día a día de su protagonista, desde cuando se levanta hasta cuando se acuesta. No hay apenas diálogos, son las imágenes las que hablan por sí solas. Jeanne es una mujer distante, poco expresiva e infeliz. Su mundo se reduce a la soledad del interior de su casa y en él no encuentra una ilusión por vivir. Con Hirayama, el protagonista de Wenders, también asistimos a la rutina de su día a día, pero él, aunque no le faltan motivos para ser desdichado, sabe encontrar en la simplicidad de las cosas, aquellas que la mayoría de la gente pasa por alto, un motivo de satisfacción: fotografiar un árbol, escuchar una canción, un saludo a un desconocido, darse un baño caliente en unos baños públicos, etc. Él es un prototipo de la cultura del "interés general" tan asumida por la tradición japonesa. Hirayama vive solo en un minúsculo apartamento y sigue cada día una rutina minuciosa; se levanta, pliega su futón cuidadosamente, se lava los dientes, se recorta su bigote, se viste, coge su cámara de fotos, se compra una bebida y se sube a su camioneta con todas las herramientas del trabajo. Durante el trayecto escucha un casete de rock de los 70, como Patti Smith, Nina Simone, The Animals o el "Perfect days" de Lou Reed. Su trabajo consiste en limpiar los sanitarios públicos de un barrio de Tokio, tarea que lleva a cabo con precisión y sin perder un ápice de su expresión afable y agradecida. Nada altera su rutina excepto la visita de su sobrina a quien acoge en su apartamento durante unos días. De sus parcas conversaciones se puede deducir algo de su hermético pasado cuyas huellas se manifiestan en su afición por la lectura, la música y la fotografía ¿Qué infortunio habrá ocurrido en la vida de Hirayama para tener que abandonarlo todo y conformarse con una existencia tan elemental? No parece ser la intención de Wenders desvelarnos la vida anterior de su protagonista sino hablarnos de un hombre solitario, reconciliado consigo mismo, con el mundo y cuya dignidad se sustenta en la sencillez. Lo cierto es que Wenders, después de unos años de películas poco interesantes, ha sabido rediseñarse volviendo a emocionarnos como ya lo hizo con su magistral "París, Texas".
Núria Farré. facebook@cinemaperaestudiants.cat
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ANATOMÍA DE UNA CAÍDA, DE JUSTINE TRIET
Palma de Oro en el Festival de Cannes
Partiendo de Simon, un padre de familia que aparece muerto delante de su chalé, Triet con una gran exactitud y destreza disecciona las grietas y los conflictos ocultos de una vida matrimonial. El cadáver es descubierto por el hijo de 11 años de la pareja que padece una discapacidad visual por un accidente. La investigación se decanta en principio por un suicidio o accidente pero no hay pruebas concluyentes en favor de estas hipótesis y las sospechas recaen en la mujer, la única persona que estaba en la casa. Su detención conllevará explorar las capas íntimas y emocionales de una relación en la que sus protagonistas evitaban ser conscientes de lo que les unía o de lo que les destruía.
Los dos son escritores, él está pasando por una crisis creativa, ella por el contrario está siendo reconocida y en su novela se respira rabia y desprecio hacia el marido de la protagonista. Estos factores unidos a que era Simon y no ella quien se ocupaba del hijo cuando sufrió su discapacidad visual, a que ella confiesa su bisexualidad y alguna que otra infidelidad, confluyen en convertirla en la principal sospechosa. Frustraciones, resentimientos, celos, dudas, conflictos no solucionados van saliendo en la vista oral con una precisión e intensidad dramática sin que por ello se pierda un ápice de verosimilitud. Las capas que forman las relaciones humanas van cayendo hasta llegar a la conclusión de que hay barreras insondables que nunca podremos reducir. El hijo asistirá a todo el juicio y va conociendo todo aquello que había sido disfrazado, las caras ocultas de sus progenitores, de aquellos con los que había compartido sus mayores afectos. Su última declaración en el juicio será determinante para la sentencia final: ya nada será igual. La Caída no ha sido solo física, sino que lo ha sido también psicológica para toda la familia.
Justine Triet ha hecho una película que roza la perfección, un rompecabezas con unos diálogos muy medidos, sin pretender moralizar, con una narración que avanza a un ritmo ágil sin divagaciones innecesarias, con giros en el momento adecuado y con una magnífica Sandra Huller como protagonista que a pesar de su dramática situación consigue mantenerse fría y distante ante su presunta culpabilidad, lo que lleva a dudar hasta el final de su inocencia. La directora nos remite a la película de Otto Preminger "Anatomía de un asesinato" pero en Triet los personajes son más ambiguos aun si cabe, más agudos y sutiles en sus relaciones. Son dos horas y media de un relato denso, grueso que invita a la reflexión sobre la condición humana. Imposible quedarse indiferente.
Núria Farré. facebook@cinemaperaestudiants.cat
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